Mamás de farándula y la presión por perder peso

Texto: Luza Alvarado

No suelo leer revistas de moda o ver programas de farándula. Cuando se me atraviesan en alguna sala de espera, en lugar de distraerme, me ponen furiosa por la manera en que canibalizan el cuerpo femenino y construyen imágenes que se proyectan como ejemplares. De todas esas imágenes, las que más me enfurecen son las notas que hablan de cómo las actrices recién paridas perdieron peso después del embarazo.

 La fotógrafa Annie Leibovitz con la famosa imagen de Demi Moore, posando para Vanity Fair / Foto: Getty Images
La fotógrafa Annie Leibovitz con la famosa imagen de Demi Moore, posando para Vanity Fair / Foto: Getty Images

Es usual encontrar textos como: “Juanita se estrena como mamá y nos cuenta cómo recuperó su figura en tan solo cuatro semanas”. La nota viene acompañada de una receta para deshacerse de esos "kilitos de más”, y para terminar, algunas fotos del “antes” y el “después”. Como si criar un hijo no requiriera suficiente atención, tiempo y energía, el discurso de las notas de farándula añade una presión más: que la mamá recién parida “recupere su figura”, es decir, que enflaque de manera acelerada como Fulanita y Perenganita. Así, este tipo de contenidos pervierten la imagen del cuerpo femenino en un momento en el que existen otras prioridades, como la crianza, el vínculo madre-hijo, la salud, la calidad del sueño y la alimentación, la construcción de lazos de apego, etcétera.

Me surgen dos preguntas: ¿acaso la redondez de la figura materna es “indeseable”?, ¿por qué una mujer embarazada es “deseable” y una recién parida no lo es?

Pienso en Demi Moore o en otras tantas actrices posando en las portadas de las revistas, desnudas, cubriéndose los senos, mostrando el vientre, la mirada desafiante... Y se me ocurre una hipótesis: los medios las muestran mientras haya una firmeza en la piel y una tensión en las formas. ¿Pero qué pasa cuando nace el bebé? Cuando han perdido su firmeza, los cuerpos no se muestran, sino que se esconden y se niegan como si fuesen vergonzosos.

Entiendo que los medios de comunicación construyan modelos de comportamiento “aspiracionales”, pero eso no quiere decir que nos traguemos el cuento así nada más. No conozco a muchas mamás que se obsesionen con su peso después del parto. Sin embargo, sí he notado cómo los modelos de las revistas siembran inseguridades innecesarias y refuerzan el discurso machista que objetualiza a la mujer.

Insistir en que las madres recién paridas deben ser delgadas es una demostración de ignorancia y una falta de respeto hacia los procesos de la maternidad y la crianza. Miles de años de evolución respaldan los cambios anatómicos en la madre después del parto, porque la crianza y el apego de la madre hacia el hijo se fundamentan, en buena medida, en el contacto físico. El cuerpo de ambos va cambiando en función al desarrollo del bebé, y esa adaptación es única, sus formas son bellas e irrepetibles porque dan cuenta de un proceso vital que no deja de ser prodigioso, porque cada mujer es distinta y cada bebé tiene necesidades particulares. Los procesos orgánicos van de la mano con los procesos emocionales y psíquicos, pero tal parece que a los editores o editoras de farándula eso los tiene sin cuidado.

Si las actrices, cantantes y modelos pierden peso rápidamente, es porque ellas viven de eso. Su carrera, su fortuna, su prestigio (y tal vez su felicidad) dependen de su apariencia corporal. Ellas decidieron hacer compromisos con una industria que usa las imágenes del cuerpo para construir discursos artísticos, morales e incluso políticos. Pero uno no puede juzgarlas, sólo ellas saben qué pierden y qué ganan en ese intercambio. Lo que sí podemos hacer es tomar distancia y adoptar una posición al respecto. Mi propuesta es la siguiente:

1. Informarnos, prepararnos para ser madres responsables, conocer los procesos de nuestro cuerpo, respetarlos y reconciliarnos con ellos.

2. Leer las imágenes de las revistas de manera crítica, con distancia y objetividad. En palabras cotidianas se traduciría en frases como: “Qué bien por ella, pero esa no es mi vida, mi realidad es otra, mis circunstancias son diferentes, mis necesidades son distintas”.

3. Conversar, discutir, cuestionar, pronunciarse si es posible. Es necesario hablar del tema con otras mujeres, exponerlo con las amigas, con la familia, en las salas de clase, en las redes sociales de las revistas que canibalizan el cuerpo de la mujer.

Si bien no somos lectoras pasivas que se tragan el cuento de Barbie Mamá, los medios de comunicación no nos ayudan a construir imágenes amorosas y positivas sobre nuestros procesos orgánicos y emocionales. Pero ya va siendo hora de que lo hagan, digo yo.

Twitter: @luzaenlinea

Mira también:

Quizá te interese:
10 hábitos de belleza ¡que debes dejar!
Implantes mamarios: lo que debes saber
¿Tu ropa te suma edad?